Estamos obsesionados con Bartleby

Estamos obsesionados con Bartleby

Por Oscar Urtecho

Con Bartleby nos corroe la curiosidad, nos obsesiona.

Bartleby es un escribiente en un bufete de abogados, un personaje de un cuento homónimo escrito en 1853 por Herman Melville, que tiene otros hijos literarios famosos, como el capitán Ahab y su obsesión: Moby Dick, la ballena. Estos personajes han sido vistos por los críticos cómo símbolos. Creo que este es un error en el caso de Bartlebly.

Leo a Gilles Deleuze tratando de explicarlo como un rebelde anticapitalista, un ser casi profético que luchaba contra este futuro en que nos hemos convertido en prisioneros de las oficinas, o a Giorgio Agamben interpretarlo como una especie de imagen especular de la divinidad judía. Incluso cuando las ideas de estos honorables filósofos son geniales, pienso que poco tienen que ver con el verdadero Bartlebly, el personaje, su vida. Lo que hacen estos académicos deja claro que si alguien llega a estudiar entomología con suficiente profundidad, bien puede en un momento relacionar el vuelo de las avispas, con su zumbido intermitente, con la técnica empleada por Cortázar para construir “Rayuela”.

Tanto Deleuze como Agamben se sienten tan atraídos por Bartleby como cualquier mortal, esa es una verdad ineludible. Ellos también se preguntan por qué, pero su respuesta es tan distante del hombre común, Bartleby o nosotros, que nos deja de interesar el personaje, que se pierde en la niebla académica. Yo digo que la magia está en que la pregunta por Bartleby siga vigente, sin respuesta.

Bartleby me atrapa porque no entiendo sus motivos. A él le piden algo que es parte de su trabajo y simplemente dice “preferiría no hacerlo”. Es un pobre tipo, no es un rebelde, no busca trastocar las bases del capitalismo ni subvertir los liderazgos empresariales, sólo cree que “no debería hacerlo”. Nadie sabe cómo reaccionar ante esto porque nadie sabe por qué lo hace, ni su jefe ni sus compañeros. Ellos parecen víctimas de ese ser sin personalidad, sin ambiciones, sin nada más que su existencia y su negación. Esta dinámica hace que el cuento sea hilarante (aunque, spoiler, al final hay algo trágico), un retrato humano excepcional, además.

Se los dejo aquí, por si quieren leerlo y divertirse como yo, a un clic: Bartleby, el escribiente.