El miedo del penalty

Recomendación de lectura: “El miedo del portero al penalti”, de Peter Handke

Es tan fácil ser malos 

Por Óscar Urtecho

En un libro de nombre rimbombante, “El efecto Lucifer”, él psicólogo Philip George Zimbardo afirma que la maldad es como una pendiente por la que es fácil caer. Una vez que iniciamos, muy probablemente estemos condenados a acelerar y profundizar la caída.

Quizá un ejemplo deje más claro esto. Decimos una frase inocua: “¿Con quién almorzaste hoy, amor?” La pareja contesta: “¿No confiás en mí? “No es eso”, nos defendemos, pero ya todo está perdido: “Siempre con tus malditos celos”, replica. Así inicia la pendiente de una discusión que puede terminar en los peores insultos, “en balas rasantes que matan”, diría Soda Stereo.  Alguien pensará que este es un ejemplo demasiado baladí, pero es que así empieza el mal, como si nada. Basta un detonante para precipitarnos en él, hasta que ya estamos hundidos hasta el pecho en el pozo. La prueba es que hay hombres que han matado por las cosas más nimias, incluso por una mirada.

“El miedo del portero al penalti”, novela del escritor austriaco Peter Handke, es precisamente la historia del envilecimiento de un hombre, de la facilidad y la naturalidad con que sucede. Bloch, el personaje en cuestión, asesina y ni siquiera parece darse cuenta del significado de sus actos. Esto ocurre a partir de un detonante que rompe con su estructura de vida, que lo deja en una búsqueda infructuosa de sentido. Camina por la ciudad como un zombi, hacia la nada.

Existir de esa forma, sin asidero moral ni social, reduce toda acción humana al hecho en sí. Quien la comete deja de percibir su significado moral. Para él, el asesinato adquiere la misma dimensión de una piedra, una cascada o las garras de un tigre, son parte de lo que existe, nada más.

Podemos decir que la novela de Handke nos revela el monstruo en que todo ser humano puede convertirse sin percatarse de ello. Esto es aterrador: todos podemos ser Bloch cuando aquello que hemos estructurado como nuestra vida se desmorona aunque sea levemente.

Les dejo un fragmento de esta novela aquí: “El miedo del portero al penalti”.